El duelo y las etapas de la vida.

Estudiar los procesos de duelo supone referirnos a la pérdida y a todas las consecuencias a nivel de salud física y mental que esta conlleva.

Según Laplanche “…únicamente alcanzamos a tener el sentimiento de nuestra propia mortalidad a través de la identificación ambivalente con la persona amada, en el duelo”. Es a través de las pérdidas, de la enfermedad grave, del fin de la existencia de los otros y del proceso de duelo como, únicamente, nos acercamos a la idea de muerte.

Etapas de la vida y etapas del duelo

El duelo, en relación con la pérdida irreversible de nuestros seres queridos marca hitos y determina nuestras etapas de la vida. Nuestra identidad tiene lugar y acontece dentro en un proceso evolutivo. Según describe L. Grinberg “…vivir implica pasar por una sucesión de duelos; la evolución da tiempo al yo a la elaboración de las pérdidas y al restablecimiento de los momentos transitorios de trastorno de la identidad” .

Dentro de las etapas del proceso de duelo, las personas pasamos por varios estados o fases. Algunas de ellas, como las fases de rechazo y negación, la de confrontación y la de acomodación en la que el dolor se atenúa y se va aprendiendo a vivir sin la persona que se hemos perdido.

Es muy importante y saludable para nuestra salud y bienestar físico y mental, poder trabajar la negación, la necesidad de aceptar la realidad de la pérdida, las alteraciones emocionales que esto conlleva, el afrontamiento del medio en el que el fallecido está ausente y el poder continuar viviendo.

El tiempo que pueda llevar este proceso de duelo puede variar. El malestar, el sufrimiento y el vacío emocional pueden reactivarse ante otros duelos, nuevas pérdidas, acontecimientos biográficos, incluso reacciones de aniversario. Las etapas de nuestra vida y las etapas del duelo se imbrican, condicionan y determinan mutuamente.

El duelo en la infancia

Como ha señalado G. Parker, la pérdida temprana hace el duelo más difícil y puede genera problemas en el desarrollo de la personalidad. Algunos de los rasgos característicos de las reacciones infantiles de duelo tienen que ver con el sentimiento de pena, la negación, en un primer momento, el no hablar de la persona fallecida y a no expresar aparentemente dolor en poco tiempo.

Las personas que se ocupan el cuidado de los niños durante su crianza, protegen al menor de toda pérdida e intentan reparar sus daños y consecuencias.

La ausencia o desaparición de los las personas más significativas se traduce en una dolorosa separación que afecta a la identidad, lo que puede causar cierta paralización, culpa, maduración precoz, etc.

Como señalan varios autores, cuando el duelo se bloquea, en las familias el tiempo se detiene, las relaciones se hacen rígidas, se cierran, dificultando la capacidad de establecer lazos de apego con otros, se utilizan negaciones o huidas.

Duelo en la adolescencia

En la adolescencia, preadolescencia y la primera juventud, el duelo está vinculado a una crisis madurativa, muy relevante en cuanto a la configuración definitiva de la personalidad.

En la adolescencia se nos presenta el momento de necesidad de separarnos de nuestros padres y de la propia independencia. Por otra parte, como han señalado R. y L. Grimberg “la elaboración de los duelos acaecidos, supone haber podido realizar el duelo por el self o por las etapas anteriores de la vida, es decir, por la infancia, los padres de la infancia; avanzar en una línea que va desde una mayor dependencia, seguridad y protección a una mayor autonomía, responsabilidad y afrontamiento”.

Diversos estudios manifiestan que los duelos, estén vinculados a una patología, o no. Los mismos marcan hitos muy importantes en la historia biográfica por su carácter de pérdidas definitivas y porque inciden en el reinicio de la línea biográfica tras la pérdida.

Los efectos del duelo pueden ser muy prolongados, variables en el tiempo, reactivados por otros duelos, otras pérdidas, y por múltiples relaciones o circunstancias biográficas. Los ocurridos en una etapa pueden influir en otras posteriores.

Los duelos y los eventos traumáticos en la infancia suelen condicionar el posterior desarrollo biográfico y configurar aspectos de la personalidad.

Según John Bowlby, existen diferentes fases durante la etapa de duelo:

1ª Fase) Pérdida de sensibilidad temporal. Tiene una corta duración hasta una semana. La persona no cree la dimensión de lo ocurrido. Le cuesta aceptar y sobrellevar la dolorosa pérdida.

2ª Fase) Melancolía y necesidad de recuperar aquello que se perdió. Aparecen deseos de llorar, inquietud, falta de sueño y cólera hacia los motivos que se consideran responsables de la pérdida.

3ª Fase) Episodios de desesperanza y depresión. Falta de interés por el mundo externo y abandono de cualquier actividad que no esté relacionada con el objeto perdido. La persona necesita que la escuchen y poder recordar y mirar la relación que tenía con aquello que perdió.

4ª Fase) Aceptación y superación de la pérdida. La persona se contacta con su nueva realidad o situación (huérfano, viudo, sin trabajo, desarraigo…) y aprende a afrontarla. Retoma las relaciones con los demás, pone en práctica nuevamente sus capacidades y el interés por el mundo exterior (trabajo, amigos, actividades lúdicas, ocio, recreación, proyectos, objetivos, etc.) .

Los vínculos y las relaciones que hemos ido construyendo a lo largo del tiempo con aquello que hemos perdido, de algún modo forman parte de nosotros y de nuestra historia.

El proceso del duelo: las tareas del duelo según Worden

J. William Worden, en su libro “El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia” (1991), hace una aportación interesante en el proceso de duelo, dando a entender que las fases del duelo no se dan de manera pasiva por parte del que las vive, sino al contrario, la persona puede tener una actitud activa y realizar el proceso del duelo a través de tareas, de manera que puede «trabajar el duelo» y esto da a la persona cierta sensación de fuerza y esperanza de que puede hacer algo de forma activa.

A continuación describimos la propuesta conceptual de Worden, ver el proceso de duelo como cuatro tareas que pueden realizarse: .

1) Facilitar la aceptación de la realidad de la pérdida. La aceptación de la pérdida no debe ser sólo intelectual si no también emocional. Los rituales tradicionales como el funeral ayudan a muchas personas a encaminarse hacia la aceptación. La tarea de aceptar esta dura realidad puede realizarse hablando sobre la pérdida, dándole tiempo y espacio, para darse cuenta de la realidad.

2) Facilitar la expresión de las emociones y el dolor por la pérdida. Bowlby explica: “antes o después, aquellos que evitan todo duelo consciente sufren un colapso, habitualmente con alguna forma de depresión”. Una vez más es necesario un espacio seguro para poder expresar y elaborar los sentimientos de tristeza, rabia, culpa, nostalgia, etc. Ayuda mucho el compartir estos sentimientos con otras personas, puede hacerse con la familia, amigos, en grupos de apoyo mutuo, con asesores del duelo o profesionales de la salud. Es necesario facilitar ese espacio seguro.

3) Facilitar adaptarse a un medio en que el fallecido está ausente y resolver sus problemas cotidianos sin lo perdido. Hay tres tipos de adaptaciones que hay que tener en cuenta: las adaptaciones externas, cómo influye la muerte en la actuación cotidiana de la persona; las adaptaciones internas, cómo influye la muerte en la imagen que la persona tiene de sí misma; adaptaciones espirituales, cómo influye la muerte en las creencias, los valores y los supuestos sobre el mundo que abriga la persona.

Dependen mucho del vínculo entre la persona fallecida y la que está viva, por ejemplo, una mujer que ha enviudado que tiene una edad avanzada, puede verse insegura porque el marido llevaba todo el tema económico y fiscal y ella deberá ponerse al día en las decisiones económicas, por otro lado, si su marido era todo su apoyo emocional necesitará readaptarse y buscar otros apoyos, así como le afectará en la búsqueda de un nuevo sentido existencial a su vida.

4) Facilitar recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo. Como dice Worden: “se trata de encontrar un lugar para el difunto que permita a la persona superviviente estar vinculada con él. Debemos encontrar maneras de recordar a los seres queridos que han fallecido llevándolos con nosotros, pero sin que ello nos impida seguir viviendo. Muchos niños que han perdido a un padre siguen vinculados con su progenitor fallecido hablándole, pensando en él, soñando con él o sintiéndose observados por él” .

El proceso de duelo no consiste en olvidar sino en recordar. Parte del proceso de duelo tiene que ver con visitar y contactar con muchas zonas emocionales vinculadas a la persona perdida. El duelo exitoso implica una demanda hacia nosotros mismos de crear algo.

Ana Laura D`Agostino

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