¿Cómo es el Aprendizaje de los más Pequeños?

“Cuéntame y olvido. Enséñame y recuerdo. Involúcrame y aprendo”. Benjamin Franklin.

Toda experiencia que nuestros niños desarrollan en el entorno o contexto educativo tiene que ver con alcanzar la autonomía personal. Esto mediante prácticas y aprendizajes constructivos, novedosos, adecuados y en lo posible transferibles a sus vidas. Educar a un niño está vinculado a la posibilidad de brindarle las herramientas necesarias para que este pueda desplegar su potencial.

El proceso de aprendizaje debería responder siempre a las necesidades de los pequeños. La orientación, apoyo y guía de los adultos en este tipo de procesos es fundamental y enormemente significativa para obtener los resultados deseados.

Toda participación, señalamiento y actividad adecuada que haga el infante debe ser reforzada positivamente. Es a través de la palabra y de la interacción con otros que los menores logran incorporar y apropiarse del conocimiento e involucrarse en el mismo.

Mi experiencia en la clínica

A través de mi práctica clínica con niños, he podido identificar sus necesidades. Estas tienen que ver con la posibilidad de crear y posibilitar espacios de aprendizajes, mediados de afecto y emociones con los que logren identificarse. Estos espacio deberían desarrollarse dentro de la familia, entre los amigos, con los maestro y educadores, en la escuela, en el club, en un deporte, en actividades de ocio y recreativas. A partir de estos escenarios es posible impulsar y promover prácticas reflexivas y conceder importancia a los aprendizajes previos y a todas las motivaciones que los niños manifiesten.

Todas las personas que de alguna u otra forma participamos en la crianza y educación de los menores realizamos pequeños grandes aportes en su proceso de aprendizaje. Esta perspectiva social en la que gran cantidad de personas colaboran en la construcción del conocimiento, permite que los más pequeños se adapten al contexto que los rodea de una forma dinámica, adecuada y saludable.

Es fundamental que el niño sea capaz de hacerse preguntas, para potenciar y alimentar la curiosidad, imaginación y creatividad.

“Lo maravilloso de aprender algo es que nadie puede arrebatárnoslo” B.B. Kilg.

La familia, la escuela, la educación, el aprendizaje basado en el ejemplo, el respeto y el amor, la comunicación, el juego, entre otros, ocupan un lugar central y determinante en el proceso de desarrollo, crecimiento y aprendizaje de nuestros pequeños. Los vínculos, afectos y relaciones que se van construyendo a lo largo del proceso de aprendizaje, posibilitarán interacciones y respuestas entre adultos y niños.

Un niño que ha logrado a lo largo de su proceso de aprendizaje, desarrollar y poner en práctica sus habilidades sociales y emocionales, será un pequeño con una significativa fortaleza y seguridad interna. Este tipo de habilidades fomentan una adecuada autoestima, una saludable autorregulación de las emociones e impulsos; el respeto por las normas, reglas y límites, la gestión y la resolución de conflictos y al establecimiento de relaciones vinculares sólidas.

El niño actuará a partir de las herramientas y recursos obtenidos como el protagonista activo y partícipe del aprendizaje acompañado por un adulto. Este último hará las veces de facilitador y guía que propone, escucha, orienta, acompaña y no impone.

Ana Laura D´Agostino

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